Hay novelas cuyo planteamiento, por sí mismo, ya resulta lo suficientemente atractivo como para captar nuestra atención. Las ovejas de Glennkill forma parte de esta clase de libros.
Nota de Sergio Parra publicada en el sitio web Papel en Blanco el 05/08/2008.
Imaginad lo siguiente: en la pintoresca aldea de Glennkill, un aparente locus amoenus de la Irlanda rural, se comete un horrible asesinato. El pastor George Glenn ha aparecido en mitad de la pradera con una pala atravesándole el pecho. No existen pistas, no existen sospechosos, no existen testigos. Pero se da la circunstancia de que aquel pastor tenía la costumbre de leerle libros en voz alta a su rebaño de ovejas: cuentos de hadas, novelas románticas, tratados de enfermedades del ganado lanar y, sobre todo, novelas policíacas. De modo que aquellos rumiantes sobreinformados acuerdan dedicar todo su tiempo libre (que es mucho) y toda su sabiduría ovina (que es estrafalaria) a investigar la muerte de su pastor usando la mejor de sus armas: la simple observación de los enigmáticos comportamientos de los seres humanos que pueblan Glennkill.
Una trama sin duda surrealista, pero que en manos de la autora, Leonie Swann, acaba siendo tremendamente divertida, ingeniosa y adulta, filosóficamente profunda.
Leonie Swann (1975, Munich) se ha estrenado en el panorama literario con esta extraña novela que ha suscitado un inesperado interés en Alemania, donde fue el quinto libro más vendido durante el año 2006, y posteriormente ha desembarcado con éxito a nivel internacional, traduciéndose en quince idiomas. Y es que Las ovejas de Glennkill lo merece: pese a ser una historia de misterio protagonizada por ovejas en vez del arquetípico detective privado, el lector acaba identificándose con el peculiar pensamiento de los animales, sintiéndose de pronto en una revisitación con ribetes de humor británico de Rebelión en la granja.
Ya en el comienzo, podemos asistir al curioso Dramatis personae (aquí, Dramatis oves), descubriendo las primeras pinceladas de personajes como Miss Maple, la más lista del rebaño, Mopple The Whale, provisto de una memoria prodigiosa, o Sir Ritchfield, que le falla el oído, le falla la memoria, pero al menos tiene una excelente visión. Pero, pese a las apariencias, no encontraremos aquí personajes de mentalidad antropomórfica, como los protagonistas de Rebelión en la granja, sino ovejas de verdad, con mentalidad de oveja, incapaces de hablar el idioma de los humanos, con las limitaciones propias del mundo de las ovejas. Ésta, quizá, sea la mayor baza de la historia: la candidez, la ingenuidad de las ovejas, su estupidez de oveja, en suma; ovejas que recuerdan a antihéroes como el inspector Closeau o Colombo, que, aunque parece que nunca concluirán con éxito sus erráticas investigaciones, al final, con una carambola, salen siempre airosos.
Las mentes de las ovejas protagonistas, además de ser esquemáticas y estólidas (el acto de pastar, por ejemplo, es la mejor forma que tienen de templar gaitas) también nos muestran el mundo a través de un prisma de metáforas y símiles intrínsecamente “ovejil”: las nubes, por decir una, son como ovejas sin trasquilar.
“Sir Ritchfield decidió contar ovejas, un procedimiento fastidioso: sólo sabía contar hasta diez, y no siempre, así que las ovejas tenían que formar pequeños grupos. Surgieron desaveniencias porque algunas ovejas afirmaron que no se las había contado, mientras que Ritchfield sostenía que ya lo había hecho. Todas las ovejas temían ser pasadas por alto en el recuento y que, en tal caso, pudieran desaparecer. Algunas intentaron introducirse a hurtadillas en otros grupos para ser contadas dos veces, por si las moscas. Ritchfield balaba y bufaba, y al final llegaron a la conclusión de que, en total, había treinta y cuatro ovejas en la pradera. Se miraron desconcertadas: sólo entonces repararon en que no sabían cuántas ovejas debía haber en la pradera. Aquella cifra que tan laboriosamente habían calculado carecía de valor para ellas.”
La radiografía de las ovejas sobre el mundo humano, pues, es el motor que acaba despertando el verdadero interés del lector, no tanto la resolución del caso (que, además, esconde alguna que otra sorpresa). Una radiografía made in Forrest Gump: sus análisis simplificados y ensimismados arrancan detalles más lúcidos de los que cabría esperar. La mirada limpia e inocente que acaba evidenciando que Glennkill acaso no era la aldea idílica que parecía en un principio, y que los humanos esconden muchas más mezquindades de lo que aparentan. Una mirada tan entrañable que la autora jamás acaba tropezando en el moralismo. Una novela, en resumidas cuentas, deliciosa como un la hierba fresca.
Ediciones Salamandra, 2007
Colección Narrativa
320 páginas
Sitio Oficial | Ediciones Salamandra
En Papel en blanco | Lectura para el Verano
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